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viernes, 5 de julio de 2013

SÍNTESIS DE LA ENCÍCLICA "LUMEN FIDEI"

Ciudad del Vaticano, 5 julio 2013 (VIS).-Publicamos a continuación una amplia síntesis de la primera encíclica del Papa Francisco “Lumen Fidei”, publicada hoy, 5 de julio de 2013 y fechada el 29 de junio del mismo año.

Lumen fidei - La luz de la fe (LF) es la primera encíclica firmada por el Papa Francisco. Dividida en cuatro capítulos, una introducción y una conclusión, la Carta - explica el Papa - se suma a las encíclicas del Papa Benedicto XVI sobre la caridad y la esperanza y asume el "valioso trabajo" realizado por el Papa emérito, que ya había "prácticamente completado" la encíclica sobre la fe. A este "primera redacción" el Santo Padre Francisco agrega ahora "algunas aportaciones".

La introducción (No. 1-7) de la LF ilustra los motivos en que se basa el documento: En primer lugar, recuperar el carácter de luz propio de la fe, capaz de iluminar toda la existencia del hombre, de ayudarlo a distinguir el bien del mal, sobre todo en una época como la moderna, en la que el creer se opone al buscar y la fe es vista como una ilusión, un salto al vacío que impide la libertad del hombre. En segundo lugar, la LF - justo en el Año de la Fe, 50 años después del Concilio Vaticano II, un "Concilio sobre la Fe" - quiere reavivar la percepción de la amplitud de los horizontes que la fe abre para confesarla en la unidad y la integridad. La fe, de hecho, no es un presupuesto que hay que dar por descontado, sino un don de Dios que debe ser alimentado y fortalecido. "Quien cree ve", escribe el Papa, porque la luz de la fe viene de Dios y es capaz de iluminar toda la existencia del hombre: procede del pasado, de la memoria de la vida de Jesús, pero también viene del futuro porque nos abre vastos horizontes.

El primer capítulo (8-22): Hemos creído en el amor (1 Jn 4, 16). En referencia a la figura bíblica de Abraham, la fe en este capítulo se explica como "escucha" de la Palabra de Dios, "llamada" a salir del aislamiento de su propio yo , para abrirse a una nueva vida y "promesa" del futuro, que hace posible la continuidad de nuestro camino en el tiempo, uniéndose así fuertemente a la esperanza. La fe también se caracteriza por la "paternidad", porque el Dios que nos llama no es un Dios extraño, sino que es Dios Padre, la fuente de bondad que es el origen de todo y sostiene todo. En la historia de Israel, lo contrario de la fe es la idolatría, que dispersa al hombre en la multiplicidad de sus deseos y lo "desintegra en los múltiples instantes de su historia", negándole la espera del tiempo de la promesa. Por el contrario, la fe es confiarse al amor misericordioso de Dios, que siempre acoge y perdona, que endereza "lo torcido de nuestra historia", es disponibilidad a dejarse transformar una y otra vez por la llamada de Dios "es un don gratuito de Dios que exige la humildad y el valor de fiarse y confiarse, para poder ver el camino luminoso del encuentro entre Dios y los hombres, la historia de la salvación." (n. 14) Y aquí está la "paradoja" de la fe: el volverse constantemente al Señor hace que el hombre sea estable, y lo aleja de los ídolos.

La LF se detiene, después, en la figura de Jesús, el mediador que nos abre a una verdad más grande que nosotros, una manifestación del amor de Dios que es el fundamento de la fe "precisamente en la contemplación de la muerte de Jesús la fe se refuerza", porque Él revela su inquebrantable amor por el hombre. También en cuanto resucitado Cristo es "testigo fiable", "digno de fe”, a través del cual Dios actúa realmente en la historia y determina el destino final. Pero hay "otro aspecto decisivo" de la fe en Jesús: "La participación en su modo de ver". La fe, en efecto, no sólo mira a Jesús, sino que también ve desde el punto de vista de Jesús, con sus ojos. Usando una analogía, el Papa explica que, como en la vida diaria, confiamos en "la gente que sabe las cosas mejor que nosotros" - el arquitecto, el farmacéutico, el abogado - también en la fe necesitamos a alguien que sea fiable y experto en "las cosas de Dios" y Jesús es "aquel que nos explica a Dios." Por esta razón, creemos a Jesús cuando aceptamos su Palabra, y creemos en Jesús cuando lo acogemos en nuestras vidas y nos confiamos a él. Su encarnación, de hecho, hace que la fe no nos separe de la realidad, sino que nos permite captar su significado más profundo. Gracias a la fe, el hombre se salva, porque se abre a un Amor que lo precede y lo transforma desde su interior. Y esta es la acción propia del Espíritu Santo: "El cristiano puede tener los ojos de Jesús, sus sentimientos, su condición filial, porque se le hace partícipe de su Amor, que es el Espíritu" (n. 21). Fuera de la presencia del Espíritu, es imposible confesar al Señor. Por lo tanto, "la existencia creyente se convierte en existencia eclesial", porque la fe se confiesa dentro del cuerpo de la Iglesia, como "comunión real de los creyentes." Los cristianos son "uno" sin perder su individualidad y en el servicio a los demás cada uno gana su propio ser. Por eso, "la fe no es algo privado, una concepción individualista, una opinión subjetiva", sino que nace de la escucha y está destinada a pronunciarse y a convertirse en anuncio.

El segundo capítulo (23-36): Si no creéis, no comprenderéis (Is 07, 09). El Papa demuestra la estrecha relación entre fe y verdad, la verdad fiable de Dios, su presencia fiel en la historia. "La fe, sin verdad, no salva - escribe el Papa – Se queda en una bella fábula, la proyección de nuestros deseos de felicidad." Y hoy, debido a la "crisis de verdad en que nos encontramos", es más necesario que nunca subrayar esta conexión, porque la cultura contemporánea tiende a aceptar solo la verdad tecnológica, lo que el hombre puede construir y medir con la ciencia y lo que es "verdad porque funciona", o las verdades del individuo, válidas solo para uno mismo y no al servicio del bien común. Hoy se mira con recelo la "verdad grande, la verdad que explica la vida personal y social en su conjunto", porque se la asocia erróneamente a las verdades exigidas por los regímenes totalitarios del siglo XX. Esto, sin embargo, implica el "gran olvido en nuestro mundo contemporáneo", que - en beneficio del relativismo y temiendo el fanatismo - olvida la pregunta sobre la verdad, sobre el origen de todo, la pregunta sobre Dios. La LF subraya el vínculo entre fe y amor, entendido no como "un sentimiento que va y viene", sino como el gran amor de Dios que nos transforma interiormente y nos da nuevos ojos para ver la realidad. Si, pues, la fe está ligada a la verdad y al amor, entonces "amor y verdad no se pueden separar", porque sólo el verdadero amor resiste la prueba del tiempo y se convierte en fuente de conocimiento. Y puesto que el conocimiento de la fe nace del amor fiel de Dios, "verdad y fidelidad van juntos". La verdad que nos abre la fe es una verdad centrada en el encuentro con el Cristo encarnado, que, viniendo entre nosotros, nos ha tocado y nos ha dado su gracia, transformando nuestros corazones.

Aquí el Papa abre una amplia reflexión sobre el "diálogo entre fe y razón", sobre la verdad en el mundo de hoy, donde a menudo viene reducida a la "autenticidad subjetiva", porque la verdad común da miedo, se identifica con la imposición intransigente de los totalitarismo. En cambio, si la verdad es la del amor de Dios, entonces no se impone con la violencia, no aplasta al individuo. Por esta razón, la fe no es intransigente, el creyente no es arrogante. Por el contrario, la verdad vuelve humildes y conduce a la convivencia y el respeto del otro. De ello se desprende que la fe lleva al diálogo en todos los ámbitos: en el campo de la ciencia, ya que despierta el sentido crítico y amplía los horizontes de la razón, invitándonos a mirar con asombro la Creación; en el encuentro interreligioso, en el que el cristianismo ofrece su contribución; en el diálogo con los no creyentes que no dejan de buscar, que "intentan vivir como si Dios existiese", porque "Dios es luminoso, y se deja encontrar por aquellos que lo buscan con sincero corazón". "Quién se pone en camino para practicar el bien - afirma el Papa - se acerca a Dios". Por último, la LF habla de la teología y afirma que es imposible sin la fe, porque Dios no es un mero "objeto", sino que es Sujeto que se hace conocer. La teología es participación del conocimiento que Dios tiene de sí mismo; se desprende que debe ponerse al servicio de la fe de los cristianos y que el Magisterio de la Iglesia no es un límite a la libertad teológica, sino un elemento constitutivo porque garantiza el contacto con la fuente original, con la Palabra de Cristo.

El tercer capítulo (37-49): Transmito lo que he recibido (1 Co 15, 03). Todo el capítulo se centra en la importancia de la evangelización: quien se ha abierto al amor de Dios, no puede retener este regalo para sí mismo, escribe el Papa: La luz de Jesús resplandece sobre el rostro de los cristianos y así se difunde, se transmite bajo la forma del contacto, como una llama que se enciende de la otra, y pasa de generación en generación, a través de la cadena ininterrumpida de testigos de la fe. Esto comporta el vínculo entre fe y memoria, porque el amor de Dios mantiene unidos todos los tiempos y nos hace contemporáneos a Jesús. Por otra parte, se hace "imposible creer cada uno por su cuenta", porque la fe no es "una opción individual", sino que abre el yo al "nosotros" y se da siempre "dentro de la comunión de la Iglesia". Por esta razón, "quien cree nunca está solo": porque descubre que los espacios de su "yo" se amplían y generan nuevas relaciones que enriquecen la vida.

Hay, sin embargo, un "medio particular" por el que la fe se puede transmitir: son los Sacramentos, en los que se comunica "una memoria encarnada." El Papa cita en primer lugar el Bautismo – tanto de niños como de adultos, en la forma del catecumenado - que nos recuerda que la fe no es obra del individuo aislado, un acto que se puede cumplir solos, sino que debe ser recibida, en comunión eclesial . "Nadie se bautiza a sí mismo", dice la LF. Además, como el niño que tiene que ser bautizado no puede profesar la fe él solo, sino que debe ser apoyado por los padres y por los padrinos, se sigue "la importancia de la sinergia entre la Iglesia y la familia en la transmisión de la fe." En segundo lugar, la Encíclica cita la Eucaristía, "precioso alimento para la fe", "acto de memoria, actualización del misterio" y que "conduce del mundo visible al invisible," enseñándonos a ver la profundidad de lo real. El Papa recuerda después la confesión de la fe, el Credo, en el que el creyente no sólo confiesa la fe, sino que se ve implicado en la verdad que confiesa; la oración, el Padre Nuestro, con el que el cristiano comienza a ver con los ojos de Cristo; el Decálogo, entendido no como "un conjunto de preceptos negativos", sino como "un conjunto de indicaciones concretas" para entrar en diálogo con Dios, "dejándose abrazar por su misericordia", "camino de la gratitud" hacia la plenitud de la comunión con Dios . Por último, el Papa subraya que la fe es una porque uno es "el Dios conocido y confesado", porque se dirige al único Señor, que nos da la "unidad de visión" y "es compartida por toda la Iglesia, que forma un solo cuerpo y un solo Espíritu". Dado, pues, que la fe es una sola, entonces tiene que ser confesada en toda su pureza e integridad, "la unidad de la fe es la unidad de la Iglesia"; quitar algo a la fe es quitar algo a la verdad de la comunión. Además, ya que la unidad de la fe es la de un organismo vivo, puede asimilar en sí todo lo que encuentra, demostrando ser universal, católica, capaz de iluminar y llevar a su mejor expresión todo el cosmos y toda la historia. Esta unidad está garantizada por la sucesión apostólica.

El capítulo cuarto (n. 50-60): Dios prepara una ciudad para ellos (Hb 11, 16) Este capítulo explica la relación entre la fe y el bien común, lo que conduce a la formación de un lugar donde el hombre puede vivir junto con los demás. La fe, que nace del amor de Dios, hace fuertes los lazos entre los hombres y se pone al servicio concreto de la justicia, el derecho y la paz. Es por esto que no nos aleja del mundo y no es ajena al compromiso concreto del hombre contemporáneo. Por el contrario, sin el amor fiable de Dios, la unidad entre todos los hombres estaría basada únicamente en la utilidad, el interés o el miedo. La fe, en cambio, capta el fundamento último de las relaciones humanas, su destino definitivo en Dios, y las pone al servicio del bien común. La fe "es un bien para todos, un bien común", no sirve únicamente para construir el más allá, sino que ayuda a edificar nuestras sociedades, para que avancen hacia el futuro con esperanza.

La encíclica se centra, después, en los ámbitos iluminados por la fe: en primer lugar, la familia fundada en el matrimonio, entendido como unión estable de un hombre y una mujer. Nace del reconocimiento y de la aceptación de la bondad de la diferenciación sexual y, fundada sobre el amor en Cristo, promete "un amor para siempre" y reconoce el amor creador que lleva a generar hijos. Después los jóvenes: aquí el Papa cita las Jornadas Mundiales de la Juventud, en las que los jóvenes muestran "la alegría de la fe" y el compromiso de vivirla de un modo firme y generoso. "Los jóvenes aspiran a una vida grande - escribe el Papa -. El encuentro con Cristo da una esperanza sólida que no defrauda. La fe no es un refugio para personas pusilánimes, sino que ensancha la vida". Y en todas las relaciones sociales: haciéndonos hijos de Dios, de hecho, la fe da un nuevo significado a la fraternidad universal entre los hombres, que no es mera igualdad, sino la experiencia de la paternidad de Dios, comprensión de la dignidad única de la persona singular. Otra área es la de la naturaleza: la fe nos ayuda a respetarla, a "buscar modelos de desarrollo que no se basen únicamente en la utilidad y el provecho, sino que consideren la creación como un don"; nos enseña a encontrar las formas justas de gobierno, en las que la autoridad viene de Dios y está al servicio del bien común; nos ofrece la posibilidad del perdón que lleva a superar los conflictos. "Cuando la fe se apaga, se corre el riesgo de que los fundamentos de la vida se debiliten con ella", escribe el Papa, y si hiciéramos desaparecer la fe en Dios de nuestras ciudades, se debilitaría la confianza entre nosotros y quedaríamos unidos sólo por el miedo. Por esta razón no debemos avergonzarnos de confesar públicamente a Dios, porque la fe ilumina la vida social. Otro ámbito iluminado por la fe es el del sufrimiento y la muerte: el cristiano sabe que el sufrimiento no puede ser eliminado, pero que le puede dar sentido, puede convertirlo en acto de amor, de entrega confiada en las manos de Dios, que no nos abandona, y ser así "etapa de crecimiento en la fe y el amor". Al hombre que sufre, Dios no le da un racionamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia que acompaña, que abre un un resquicio de luz en la oscuridad. En este sentido, la fe está unida a la esperanza. Y aquí el Papa hace un llamamiento: "No nos dejemos robar la esperanza, no permitamos que la banalicen con soluciones y propuestas inmediatas que obstruyen el camino."

Conclusión (N º 58-60): Bienaventurada la que ha creído (Lc 1, 45) Al final de la LF, el Papa nos invita a mirar a María, "icono perfecto" de la fe, porque, como Madre de Jesús, ha concebido "fe y alegría." A Ella se alza la oración del Papa para que ayude la fe del hombre, nos recuerde que aquellos que creen nunca están solos, y que nos enseñe a mirar con los ojos de Jesús.

PRESENTACIÓN DE LA ENCICLICA LUMEN FIDEI: LA FE COMO EXPERIENCIA DE COMUNIÓN Y DE SOLIDARIDAD

Ciudad del Vaticano, 5 julio 2013 (VIS).-Esta mañana, a las 11, 00, en la Oficina de Prensa de la Santa Sede ha tenido lugar la presentación de la primera encíclica del Papa Francisco “Lumen fidei”. La presentación ha corrido a cargo del cardenal Marc Ouellet, P.S.S., Prefecto de la Congregación para los Obispos y de los arzobispos Gerhard Ludwig Müller y Rino Fisichella, respectivamente Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y Presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización.

Ha hablado en primer lugar el arzobispo Gerhard L. Müller explicando que en la Lumen Fidei las temáticas se dividen en cuatro partes como "cuatro cuadros de una única grande pintura".

"En la primera parte -ha dicho-, a partir de la fe de Abraham, que presenta al hombre reconociendo en la voz de Dios “una llamada profunda, inscrita desde siempre en su corazón ”, se pasa a la fe del pueblo de Israel. Un continuo pasaje de la “tentación de la incredulidad” y la adoración de los ídolos, “obras de las manos del hombre”, a la confesión “de los beneficios de Dios y al cumplimiento progresivo de sus promesas. Se llega así a la historia de Jesús, compendio de la salvación, en quien todas las líneas de la historia de Israel se unen y concentran. Con Jesús podemos decir definitivamente que “hemos conocido y creído al amor que Dios tiene por nosotros”, porque Él es “la manifestación plena de la fiabilidad de Dios”.

"En la segunda parte la encíclica pone la verdad como una cuestión que se coloca “en el centro de la fe”. La fe es un evento cognoscitivo relacionado con el conocimiento de la realidad: “sin la verdad, la fe no salva… permanece una hermosa fábula… o se reduce a un bello sentimiento”.

"La fe, -ha recordado- abriéndonos al amor que viene de Dios, transforma nuestro modo de ver las cosas “en cuanto el mismo amor trae una luz”. El amor es auténtico cuando nos une a la verdad, mientras la verdad nos atrae a ella con la fuerza del amor. “Este descubrimiento del amor como fuente de conocimiento, que pertenece a la experiencia originaria de cada hombre”, nos es testimoniada justamente “por la concepción bíblica de la fe” y constituye uno de los énfasis más bellos e importantes de esta encíclica"...La fe nos ayuda por tanto a alcanzar en profundidad los fundamentos de la realidad. En ese sentido, se puede comprender el nivel en el cual la luz de la fe puede “iluminar los interrogativos de nuestro tiempo en cuanto a la verdad”, es decir las grandes preguntas que surgen en el corazón humano frente a la totalidad de la realidad, sea en relación a su belleza que a sus aspectos dramáticos".

Monseñor Müller ha destacado varios puntos relevantes de la encíclica. Primero, "el lugar genético de la fe, señalando esta como evento que toca íntimamente la persona, pero no cierra el “yo” en un aislado y aislante “tú a tú” con Dios. De hecho, la fe -ha dicho- “nace de un encuentro que se produce en la historia” y “se transmite… por contacto, de persona a persona, como una llama enciende otra llama".

En segundo lugar ha señalado una cita presente en la tercera parte de la encíclica, extraída de las Homilías de San León Magno: “Si la fe no es una, no es fe”. “Vivimos de hecho -ha continuado- en un “mundo” que, a pesar de sus conexiones y globalizaciones, está fragmentado y seccionado en muchos mundos, que si bien se encuentran en comunicación, se hallan con frecuencia en mutuo conflicto. Por esta razón la unidad de la fe es un bien precioso que el Santo Padre y sus hermanos obispos están llamados a testimoniar, alimentar y garantizar como primicias de una unidad que se ofrece al mundo entero como don".

Por último el prelado ha referido un pasaje de la cuarta parte de la Encíclica. "Si es verdad que la fe auténtica llena el corazón de alegría y “se ensancha la vida” —afirmación que aúna concretamente al Papa Francisco y Benedicto XVI— “la luz de la fe no nos lleva a olvidarnos de los sufrimientos del mundo” sino que nos abre “a una presencia que le acompaña, con una historia del bien que se une a toda historia de sufrimiento, para abrir en ella un resquicio de luz”.

La encíclica según monseñor Müller "quiere reafirmar de modo nuevo, que la fe en Jesucristo es un bien para el hombre y “es un bien para todos, un bien común”: “su luz no luce sólo dentro de la Iglesia, ni sirve únicamente para construir una ciudad eterna en el más allá; nos ayuda a edificar nuestras sociedades para que avancen hacia el futuro con esperanza”.

A continuación ha tomado la palabra el cardenal Ouellet señalando que Lumen fidei “habla de la fe como de una experiencia de comunión, de dilatación del yo y de solidaridad en el camino de la Iglesia con Cristo para la salvación de la humanidad... Objetivamente, la luz de la fe orienta el sentido de la vida, ayuda y consuela a los corazones inquietos y abandonados, pero compromete también a los creyentes para que se pongan al servicio del bien común de la humanidad a través del anuncio y la división auténtica de la gracia recibida de Dios... Subjetivamente la fe es una apertura al Amor de Cristo, un acoger, un entrar en relación que ensancha el yo a la dimensión de un nosotros que no es solamente humano, en la Iglesia, sino que es propiamente divino, esto es, una participación auténtica en el Nosotros del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo”

A partir de este “nosotros” trinitario que se prolonga en el “nosotros” eclesial, la encíclica se enlaza de forma completamente natural con el “nosotros” de la familia que es el lugar por excelencia de transmisión de la fe... Por otra parte recuerda las profundas afinidades entre la fe y el amor sin fin que se prometen el hombre y la mujer que se unen en matrimonio”. Asimismo “la encíclica da un notable contribución a la pertinencia de la fe para la vida social, para la construcción de la ciudad en la justicia y en la paz, gracias al respeto de cada persona y de su libertad, gracias a los recursos de la compasión y la reconciliación que ofrece para el consuelo de los sufrimientos y la composición de los conflictos... La tendencia a confinar a la fe en la esfera de la vida privada se confuta en tonos mesurados, pero de forma decisiva” y “muchos aspectos desarrollados en precedencia por las encíclicas sobre la caridad y la esperanza se completan con esta puesta en luz de la fe como comunión y servicio al bien común”.

Al final -ha terminado el cardenal- la encíclica contempla a María, la figura por excelencia de la fe, aquella que ha escuchado la Palabra y la ha conservado en su corazón, la que ha seguido a Jesús y se ha dejado transformar”.

Por su parte, monseñor Fisichella retomando las palabras del Santo Padre: “El que cree ve”, ha afirmado que en esta expresión “puede resumirse la enseñanza del Papa Francisco en esta primera encíclica suya. Un texto situado en la perspectiva del binomio luz y amor. Lo que nos enseña es un camino que el Papa propone a la Iglesia para recuperar su misión en el mundo de hoy... Presentando la fe, la encíclica nos pide que fijemos de nuevo la mirada sobre lo que es esencial en la Iglesia y en cada creyente; es decir el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios que en su muerte y resurrección ha revelado el amor en su plenitud y en su profundidad.... Partiendo del presupuesto de que la fe nace del amor, se articula la relación entre conocimiento de la fe y conocimiento del amor como un binomio inseparable, en el cual, de cualquier forma, el primado indiscutible es el del amor. La “luz de la fe” se resuelve en la “luz del amor”.

El arzobispo Fisichella ha señalado que Lumen fidei se publica justo a mitad del Año de la Fe y que está fechada el 29 de junio, festividad de los apóstoles Pedro y Pablo y primeros testigos de la fe de la Iglesia de Roma en la que el Papa está llamado a confirmar a los hermanos en la unidad de la fe de siempre. Asimismo he revelado que a Benedicto XVI se le había pedido repetidamente que escribiera una encíclica sobre la fe para concluir la tríada abierta con “Deus Caritas est” sobre el amor y “Spe salvi” sobre la esperanza. “El Papa -ha dicho mons. Fisichella- no estaba convencido de tener que someterse a esta ulterior fatiga. Sin embargo, la insistencia prevaleció y Benedicto XVI decidió que la habría escrito como conclusión del Año de la Fe. La historia ha querido que fuera de otra forma y la encíclica nos la ofrece hoy el Papa Francisco... como programa sobre como continuar viviendo esta experiencia que ha visto a toda la Iglesia comprometida en tantas manifestaciones significativas”.

Hay que decir sin dudas de algún tipo - ha precisado- que aunque Lumen Fidei retome algunas intenciones y contenidos propios del magisterio de Benedicto XVI, es plenamente un texto del Papa Francisco. En ella encontramos su estilo...la inmediatez de las expresiones que usa, la riqueza de las imágenes que usa como referencia y la peculiaridad de algunas citas de autores antiguos y modernos hacen de este texto una verdadera introducción a su magisterio... Por poner un ejemplo, una lectura atenta mostrará que retornan con fuerza tres verbos ... caminar, construir, confesar. De alguna forma, podríamos decir, que la encíclica se estructura sobre estos tres verbos y especifica sus contenidos”.

En Lumen fidei, el Pontífice no olvida los dos acontecimientos que caracterizan este año: el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II y el vigésimo de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica. “Por lo que se refiere al primer evento -ha comentado el prelado- el Papa Francisco reafirma que fue un “concilio sobre la fe”... que tenía el objetivo de poner en el centro de la vida de la Iglesia el primado de Dios y la exigencia de decirlo hoy, en una sociedad y una cultura diferentes, de forma comprensible y creíble. Por cuanto concierne al Catecismo, en cambio, la Iglesia subraya su validez como instrumento a través del cual la Iglesia cumple su obra de transmisión de la fe con la memoria viva del anuncio de Jesucristo. Hay que notar, además, que en este contexto el Papa Francisco hace hincapié en el gran valor que posee la Profesión de fe, el Credo... una oración que hace sentir la fe como un dato vivo y eficaz en la vida de los creyentes, que a menudo experimentan un analfabetismo injustificado acerca de los contenidos de la fe. En estas páginas se reafirma el profundo valor que posee el Credo, no solo para recordar la síntesis de la fe, sino sobre todo para comprender el compromiso de cambiar de vida... El que cree está llamado a vivir responsablemente en el mundo”.

Lumen fidei - ha concluido- es una encíclica de fuerte connotación pastoral... El Papa Francisco con su sensibilidad de pastor consigue traducir muchas cuestiones de carácter estrictamente teológico en temáticas que pueden contribuir a la reflexión y a la catequesis...Ninguno tendría que tener miedo de mirar a los grandes ideales y perseguirlos. La fe y el amor son los primeros que deben proponerse. En un periodo de debilidad cultural como el nuestro, esa invitación es una provocación y un reto que no pueden dejarnos indiferentes”.


DECRETOS DE LA CONGREGACIÓN PARA LAS CAUSAS DE LOS SANTOS: JUAN XXIII Y JUAN PABLO II SERÁN CANONIZADOS

Ciudad del Vaticano, 5 julio 2013 (VIS).-El Santo Padre ha recibido esta mañana en audiencia al cardenal Angelo Amato, S.D.B., prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. En el transcurso de la misma, el Papa ha autorizado a la Congregación a promulgar los siguientes decretos concernientes a:


-MILAGROS

-Un milagro atribuido a la intercesión del Beato Juan Pablo II, polaco, (en el siglo Karol Józef Wojtyla) Sumo Pontífice (1920-2005)

-Un milagro atribuido a la intercesión del Venerable Siervo di Dio Alvaro del Portillo y Diez de Sollano, español, obispo y prelado de la Prelatura Personal de la Santa Cruz y del Opus Dei, (1914-1994)

-Un milagro atribuido a la intercesión de la Venerable Sierva de Dios Esperanza de Jesús (en el siglo María Josefa Alhama Valera), española, Fundadora de las Congregaciones de las Siervas del Amor Misericordioso y de los Hijos del Amor Misericordioso (1893 -1983)

MARTIRIO

-Siervo de Dios José Guardiet y Pujol, español, sacerdote diocesano; nacido en 1879 asesinado por odio a la fe en España il 3 agosto 1936;

-Siervos de Dios Mauricio Íñiguez de Heredia, español y 23 compañeros de la Orden Hospitalaria di San Juan de Dios ;asesinados por odio a la fe en España entre 1936 y 1937.

-Siervos de Dios Fortunato Velasco Tobar, español y 13 compañeros, de la Congregación de la Misión;asesinados por odio a la fe en España entre 1934 y 1936;

-Siervas de Dios Maria Asunción (en el siglo: Juliana González Trujillano) y 2 compañeras, españolas; religiosas profesas de la Congregación de las Hermanas Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor; asesinadas por odio a la fe en España nel 1936.

VIRTUDES HEROICAS

-Siervo de Dios Nicola D'Onofrio, italiano, clérigo profeso de la Orden de los Clérigos Regulares Ministros de los Enfermos (Camilianos ), (1943 -1964).

-Siervo de Dios Bernard Philippe, francés, (en el siglo Jean Fromental Cayroche), Hermano profeso del Instituto de las Escuelas Cristianas, Fundador de las Hermanas Guadalupanas de La Salle, (1895-1978).

-Sierva de Dios Maria Isabel da Santíssima Trinidade, portuguesa, (en el siglo: Maria Isabel Picão Caldeira viuda de Carneiro), Fundadora de la Congregación de las Hermanas Concepcionistas (1889 -1962).

-Sierva de Dios Maria del Carmen Rendiles Martínez, venezolana, Fundadora de las Siervas de Jesús de Venezuela; (1903 -1977)

-Siervo de Dios Giuseppe Lazzati, italiano, laico consagrado; (1909-1986).

El Sumo Pontífice ha aprobado igualmente los votos favorables de la sesión ordinaria de los padres cardenales y obispos acerca de la canonización del beato Juan XXIII (Angelo Giuseppe Roncalli) y ha decidido convocar un consistorio que se ocupará también de la canonización del beato Juan Pablo II (Karol Józef Wojtyla)

NUEVO MONUMENTO DE SAN MIGUEL ARCÁNGEL EN EL VATICANO

Ciudad del Vaticano, 5 julio 2013 (VIS).- Esta mañana en los jardines del Vaticano, en el Palacio de la Gobernación, se ha llevado a cabo, en presencia del Santo Padre Francisco, la inauguración de un nuevo monumento a San Miguel Arcángel, del artista Giuseppe Antonio Lomuscio, y la consagración del Estado de la Ciudad del Vaticano a San José y San Miguel Arcángel. Entre los presentes se encontraba el Papa Emérito Benedicto XVI, invitado especial del Papa Francisco, a quien los asistentes y el personal de la Gobernación han saludado con gran afecto. Los dos pontífices han permanecido uno al lado del otro durante toda la ceremonia sentados en dos sillas delante del monumento.

Después de un breve saludo del cardenal Giuseppe Bertello, presidente de la Gobernación, y de la intervención del cardenal Giovanni Lajolo, presidente emérito de la Gobernación, ha tomado la palabra el Papa Francisco.

"En los jardines del Vaticano, -ha dicho- hay varias obras de arte, ésta, que se ha añadido hoy, sin embargo, asume una posición de especial importancia, tanto en la disposición, como en el significado que expresa. No es sólo una obra de celebración, sino una invitación a la reflexión y a la oración, que encaja muy bien en el Año de la fe. Miguel - que significa "¿Quién es como Dios?" - es la muestra del primado de Dios, de su trascendencia y poder. Miguel lucha para restaurar la justicia divina; defiende al pueblo de Dios de sus enemigos, y sobre todo del enemigo por excelencia, el diablo. Y San Miguel vence porque en él es Dios quien actúa. Esta escultura nos recuerda entonces que el mal ha sido vencido... En el camino y en las pruebas de la vida no estamos solos, estamos acompañados y apoyados por los ángeles de Dios, que ofrecen, por así decirlo, sus alas para ayudarnos a superar muchos peligros, para ser capaces de volar alto en comparación con aquellas realidades que pueden hacer que nuestra vida sea pesada o que nos arrastren hacia abajo. En la consagración del Estado de la Ciudad del Vaticano pedimos a San Miguel Arcángel que nos defienda del mal y lo aleje".

Al final el Papa ha rezado dos oraciones de consagración, para San José y San Miguel Arcángel, ha hisopado el nuevo monumento y finalmente ha dado su bendición a todos los presentes.

AUDIENCIAS

Ciudad del Vaticano, 5 julio 2013 (VIS).- El Santo Padre ha recibido esta mañana en audiencia:

-Cardenal Ennio Antonelli, Presidente emérito del Pontificio Consejo para la Familia.

-Cardenal Fiorenzo Angelini, Presidente emérito del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud.
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