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lunes, 13 de julio de 2015

Vísperas en la catedral de Asunción


Ciudad del Vaticano, 12 de julio de 2015 (Vis).-Terminado el encuentro con los ''constructores de la sociedad'', el Papa se trasladó en papamóvil a la catedral de Asunción, reconstruida a pincipios del siglo XIX y que alberga en su interior la ''Cruz de la Porra'', del siglo XV, la única que queda de las ventinueve que Cristobal Colón habría plantado en tierra durante sus cuatro viajes a América. A la entrada del templo, que tiene cabida para mil personas, esperaba al Papa el alcalde Arnaldo Samaniego, que le entregó las llaves de la ciudad, mientras una orquesta de 220 harpas paraguayas interpretaba músicas tradicionales. En la catedral estaban reunidos los sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas, así como los movimientos católicos de Paraguay con los que el Santo Padre rezó las primeras vísperas para después pronunciar un breve discurso,

''Qué lindo es rezar todos juntos las Vísperas -dijo- ¿Cómo no soñar con una Iglesia que refleje y repita la armonía de las voces y del canto en la vida cotidiana? Y lo hacemos en esta Catedral, que tantas veces ha tenido que comenzar de nuevo; esta Catedral es signo de la Iglesia y de cada uno de nosotros: a veces las tempestades de afuera y de adentro nos obligan a tirar lo construido y empezar de nuevo, pero siempre con la esperanza puesta en Dios; y si miramos este edificio, sin duda no los ha defraudado a los paraguayos. Porque Dios nunca defrauda, y por eso le alabamos agradecidos.

''La oración litúrgica, su estructura y modo pausado -explicó Francisco- quiere expresar a la Iglesia toda, esposa de Cristo, que intenta configurarse con su Señor. Cada uno de nosotros en nuestra oración queremos ir pareciéndonos más a Jesús. La oración hace emerger aquello que vamos viviendo o deberíamos vivir en la vida cotidiana, al menos la oración que no quiere ser alienante o solo preciosista. La oración nos da impulso para poner en acción o revisarnos en aquello que rezábamos en los salmos: somos nosotros las manos de Dios ''que alza de la basura al pobre'' y somos nosotros los que trabajamos para que la tristeza de la esterilidad se convierta en la alegría del campo fértil. Nosotros que cantamos que ''vale mucho a los ojos del Señor la vida de los fieles'', somos los que luchamos, peleamos, defendemos la valía de toda vida humana, desde la concepción hasta que los años son muchos y las fuerzas pocas. La oración es reflejo del amor que sentimos por Dios, por los otros, por el mundo creado; el mandamiento del amor es la mejor configuración con Jesús del discípulo misionero. Estar apegados a Jesús da profundidad a la vocación cristiana, que, interesada en el ''hacer'' de Jesús –que es mucho más que actividades–, busca asemejarse a Él en todo lo realizado. La belleza de la comunidad eclesial nace de la adhesión de cada uno de sus miembros a la persona de Jesús, formando un ''conjunto vocacional'' en la riqueza de la diversidad armónica.

''Las antífonas de los cánticos evangélicos de este fin de semana nos recuerdan el envío de Jesús a los Doce. Siempre es bueno crecer en esa conciencia de trabajo apostólico en comunión. Es hermoso verlos colaborando pastoralmente, siempre desde la naturaleza y función eclesial de cada una de las vocaciones y carismas. Quiero exhortarlos a todos ustedes, sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos y seminaristas, obispos, a comprometerse en esta colaboración eclesial, especialmente en torno a los planes de pastoral de las diócesis y la Misión Continental, cooperando con toda su disponibilidad al bien común. Si la división entre nosotros provoca la esterilidad, no cabe duda de que de la comunión y la armonía nacen la fecundidad, porque son profundamente consonantes con el Espíritu Santo''.

''Todos tenemos limitaciones, y ninguno puede reproducir en su totalidad a Jesucristo, y si bien cada vocación se configura principalmente con algunos rasgos de la vida y la obra de Jesús, hay algunos comunes e irrenunciables. Recién hemos alabado al Señor porque ''no hizo alarde de su categoría de Dios'' y esa es una característica de toda vocación cristiana, ''no hizo alarde de su categoría de Dios''. El llamado por Dios no se pavonea, no anda tras reconocimientos ni aplausos pasatistas, no siente que subió de categoría ni trata a los demás como si estuviera en un peldaño más alto''.

''La supremacía de Cristo es claramente descrita en la liturgia de la Carta a los Hebreos; nosotros acabamos de leer casi el final de esa Carta: ''Hacernos perfectos como el gran pastor de las ovejas'' y esto supone asumir que todo consagrado se configura con Aquel que en su vida terrena, ''entre ruegos y súplicas, con poderoso clamor y lágrimas'' alcanzó la perfección cuando aprendió, sufriendo, qué significaba obedecer; y eso también es parte del llamado.

''Terminemos de rezar nuestras Vísperas. El campanario de esta Catedral fue rehecho varias veces; el sonido de las campanas antecede y acompaña en muchas oportunidades nuestra oración litúrgica: hechos de nuevo por Dios cada vez que rezamos, firmes como un campanario, gozosos de repicar predicar las maravillas de Dios, compartamos el Magnificat y lo dejemos al Señor hacer – que Él haga-, a través de nuestra vida consagrada, grandes cosas en el Paraguay''.





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