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El 'Vatican Information Service' (VIS) es un boletín informativo de la Oficina de Prensa Santa Sede. Transmite diariamente información sobre la actividad magisterial y pastoral del Santo Padre y de la Curia Romana... []

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viernes, 10 de julio de 2015

''Transformar la lógica del descarte en lógica de comunión y comunidad'': Francisco inaugura el V Congreso Eucarístico Nacional de Bolivia


Ciudad del Vaticano, 10 de julio de 2015 (Vis).-''La Eucaristía, pan partido para la vida del mundo'' es el lema del V Congreso Eucarístico nacional de Bolivia que ayer inauguró el Santo Padre con la celebración de una misa en la Plaza del Cristo Redentor en Santa Cruz de la Sierra. Y a la compartición del pan, que Jesús distribuye a la multitud con las mismas manos que levanta al cielo para bendecir a Dios, dedicó Francisco su homilía escuchada por casi dos millones de personas reunidas en la plaza y en las calles adyacentes donde la misa se pudo ver en pantallas gigantes.

Las lecturas y oraciones de la celebración fueron en español y en las lenguas indígenas: guaraní, quechua y aimara. El evangelio de san Marcos era el relato de la multiplicación de los panes y los peces.

''Hemos venido desde distintos lugares, regiones, poblados, para celebrar la presencia viva de Dios entre nosotros -dijo el Papa- Salimos hace horas de nuestras casas y comunidades para poder estar juntos, como Pueblo Santo de Dios. La cruz y la imagen de la misión nos traen el recuerdo de todas las comunidades que han nacido en el nombre de Jesús en estas tierras, de las cuales nosotros somos sus herederos. En el Evangelio que acabamos de escuchar se nos describía una situación bastante similar a la que estamos viviendo ahora. Al igual que esas cuatro mil personas, estamos nosotros queriendo escuchar la Palabra de Jesús y recibir su vida. Ellos ayer y nosotros hoy junto al Maestro, Pan de vida.

Me conmuevo cuando veo a muchas madres cargando a sus hijos en las espaldas. Como lo hacen aquí tantas de ustedes. Llevando sobre sí la vida y el futuro de su gente. Llevando sus motivos de alegría, sus esperanzas. Llevando la bendición de la tierra en los frutos. Llevando el trabajo realizado por sus manos. Manos que han labrado el presente y tejerán las ilusiones del mañana. Pero también cargando sobre sus hombros desilusiones, tristezas y amarguras, la injusticia que parece no detenerse y las cicatrices de una justicia no realizada. Cargando sobre sí el gozo y el dolor de una tierra. Ustedes llevan sobre sí la memoria de su pueblo. Porque los pueblos tienen memoria, una memoria que pasa de generación en generación, los pueblos tienen una memoria en camino. Y no son pocas las veces que experimentamos el cansancio de este camino. No son pocas las veces que faltan las fuerzas para mantener viva la esperanza. Cuántas veces vivimos situaciones que pretenden anestesiarnos la memoria y así se debilita la esperanza y se van perdiendo los motivos de alegría. Y comienza a ganarnos una tristeza que se vuelve individualista, que nos hace perder la memoria de pueblo amado, de pueblo elegido. Y esa pérdida nos disgrega, hace que nos cerremos a los demás, especialmente a los más pobres.

A nosotros nos puede suceder lo que a los discípulos de ayer, cuando vieron esa la cantidad de gente que estaba ahí. Le piden a Jesús que los despida: “Mandálos a la casa”, ya que es imposible alimentar a tanta gente. Frente a tantas situaciones de hambre en el mundo podemos decir: “Perdón, no nos dan los números, no nos cierran las cuentas”. Es imposible enfrentar estas situaciones, entonces la desesperación termina ganándonos el corazón. En un corazón desesperado es muy fácil que gane espacio la lógica que pretende imponerse en el mundo, en todo el mundo, en de nuestros días. Una lógica que busca transformar todo en objeto de cambio, todo en objeto de consumo, todo negociable. Una lógica que pretende dejar espacio a muy pocos, descartando a todos aquellos que no ''producen'', que no se los considera aptos o dignos porque aparentemente ''no nos dan los números''. Y Jesús, una vez más, vuelve a hablarnos y nos dice: “No, no, no es necesario excluirlos, no es necesario que se vayan, denles ustedes de comer”.

Es una invitación que resuena con fuerza para nosotros hoy: “No es necesario excluir a nadie. No es necesario que nadie se vaya, basta de descartes, denles ustedes de comer”. Jesús nos lo sigue diciendo en esta plaza. Sí, basta de descartes, denles ustedes de comer. La mirada de Jesús no acepta una lógica, una mirada que siempre “corta el hilo” por el más débil, por el más necesitado. Tomando “la posta” Él mismo nos da el ejemplo, nos muestra el camino. Una actitud en tres palabras, toma un poco de pan y unos peces, los bendice, los parte y entrega para que los discípulos lo compartan con los demás. Y este Ese es el camino del milagro. Ciertamente no es magia o idolatría. Jesús, por medio de estas tres acciones, logra transformar una lógica del descarte, en una lógica de comunión, en una lógica de comunidad. Quisiera subrayar brevemente cada una de estas acciones.

Toma. El punto de partida, es tomar muy en serio la vida de los suyos. Los mira a los ojos y en ellos conoce su vivir, su sentir. Ve en esas miradas lo que late y lo que ha dejado de latir en la memoria y en el corazón de su pueblo. Lo considera y lo valora. Valoriza todo lo bueno que pueden aportar, todo lo bueno desde donde se puede construir. Pero no habla de los objetos, o de los bienes culturales, o de las ideas; sino habla de las personas. La riqueza más plena de una sociedad se mide en la vida de su gente, se mide en sus los ancianos que logran transmitir su sabiduría y la memoria de su pueblo a los más pequeños. Jesús nunca se saltea la dignidad de nadie, por más apariencia de no tener nada para aportar y o compartir. Toma todo, como viene.

Bendice. Jesús toma sobre sí, y bendice al Padre que está en los cielos. Sabe que estos dones son un regalo de Dios. Por eso, no los trata como “cualquier cosa” ya que toda vida, toda esa vida, es fruto del amor misericordioso. Él lo reconoce. Va más allá de la simple apariencia, y en este gesto de bendecir y de alabar, pide a su Padre el don del Espíritu Santo. El bendecir tiene esa doble mirada, por un lado agradecer y por el otro el poder transformar. Es reconocer que la vida, siempre es un don, un regalo que, puesto en las manos de Dios, adquiere una fuerza de multiplicación. Nuestro Padre no nos quita nada, todo lo multiplica.

Entrega. En Jesús, no existe un tomar que no sea una bendición, y no existe una bendición que no sea una entrega. La bendición siempre es misión, tiene un destino, compartir, el condividir de lo que se ha recibido, ya que sólo en la entrega, en el com-partir es cuando las personas encontramos la fuente de la alegría y la experiencia de la salvación. Una entrega que quiere reconstruir la memoria de pueblo santo, de pueblo invitado a ser y a llevar portador de la alegría de la salvación. Las manos que Jesús levanta para bendecir al Dios del cielo son las mismas que distribuyen el pan a la multitud que tiene hambre. Y podemos imaginar imaginarnos, podemos imaginar ahora cómo iban pasando de mano en mano los panes y los peces hasta llegar a los más alejados. Jesús, logra generar una corriente entre los suyos, todos iban compartiendo lo propio, convirtiéndolo en don para los demás y así fue como comieron hasta saciarse, increíblemente sobró: lo recogieron en siete canastas. Una memoria tomada, una memoria bendecida, y una memoria entregada siempre sacia al pueblo.

La Eucaristía es el ''Pan partido para la vida del mundo'', como dice el lema del V Congreso Eucarístico que hoy inauguramos y que tendrá lugar en Tarija. Es Sacramento de comunión, que nos hace salir del individualismo para vivir juntos el seguimiento y nos da la certeza de que lo que tenemos, de lo que somos, que si es tomado, si es bendecido y si es entregado, con el poder de Dios, con el poder de su amor, se convierte en pan de vida para los demás.Y la Iglesia celebra la Eucaristía, celebra la memoria del Señor, el sacrificio del Señor. Porque la Iglesia es comunidad memoriosa. Por eso, fiel al mandato del Señor, dice una y otra vez: ''Hagan esto en memoria mía''. Actualiza, hace real, generación tras generación, en los distintos rincones de nuestra tierra, el misterio del Pan de vida. Nos lo hace presente, y nos lo entrega. Jesús quiere que participemos de su vida y a través nuestro se vaya multiplicando en nuestra sociedad. No somos personas aisladas, separadas, sino somos el Pueblo de la memoria actualizada y siempre entregada. Una vida memoriosa necesita de los demás, del intercambio, del encuentro, de una solidaridad real que sea capaz de entrar en la lógica del tomar, bendecir y entregar, en la lógica del amor''.

El Papa finalizó la homiía recordando que María, al igual que muchas de las madres presentes ''llevó sobre sí la memoria de su pueblo, la vida de su Hijo, y experimentó en sí misma la grandeza de Dios, proclamando con júbilo que Él ''colma de bienes a los hambrientos'', que Ella sea hoy nuestro ejemplo para confiar en la bondad del Señor, que hace obras grandes con poca cosa, con la humildad de sus siervos. Que así sea''.


Al clero boliviano: ''Pasar sin escuchar el dolor de nuestra gente es como escuchar la Palabra de Dios sin dejar que eche raíces en nosotros''


Ciudad del Vaticano, 10 de julio de 2015 (Vis).-''¿Cómo puede amar a Dios a quien no ve, el que no ama a su hermano a quien ve?'' fue la pregunta del Papa Francisco a los cuatro mil sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas bolivianos que encontró ayer tarde en el Colíseo Don Bosco de Santa Cruz de la Sierra, una escuela de los Padres Salesianos. El Santo Padre partió del relato evangélico del ciego Bartimeo, el mendigo que viendo que Jesús se aproxima con los apóstoles y una gran muchedumbre grita para que lo cure.

''Si traducimos esto forzando el lenguaje -dijo el Papa- en torno a Jesús iban los obispos, los curas, las monjas, los seminaristas, los laicos comprometidos, todos los que lo seguían, escuchando a Jesús, y el pueblo fiel de Dios''.

''Dos realidades aparecen con fuerza, se nos imponen. Por un lado, el grito del mendigo y por otro, las distintas reacciones de los discípulos. Pensemos las distintas reacciones de los obispos, los curas, las monjas, los seminaristas a los gritos que vamos sintiendo o no sintiendo.Parece como que el evangelista nos quisiera mostrar, cuál es el tipo de eco que encuentra el grito de Bartimeo en la vida de la gente y en la vida de los seguidores de Jesús. Cómo reaccionan frente al dolor de aquél que está al borde del camino, que nadie le hace caso, –no más le dan una limosna–, de aquél que está sentado sobre su dolor...que no entra en ese círculo que está siguiendo al Señor''.

Frente a los gritos del ciego hay tres respuestas, que da el mismo evangelio, como recordó el Papa: ''Pasar, Cállate, ánimo, levántate''.

''Pasar, pasar de largo y algunos porque ya no escuchan. Estaban con Jesús... querían oir a Jesús. No escuchaban. Pasar es el eco de la indiferencia, de pasar al lado de los problemas y que éstos no nos toquen. No es mi problema .No los escuchamos, no los reconocemos. Sordera. Es la tentación de naturalizar el dolor, de acostumbrarse a la injusticia. Y si, hay gente así. Yo estoy acá con Dios, con mi vida consagrada, y sí, es natural que haya enfermos... pobres... gente que sufre; entonces ya es tan natural que no me llama la atención un grito, un pedido de auxilio... Y nos decimos: es normal, siempre ha sido así. Es el eco que nace en un corazón blindado, cerrado, que ha perdido la capacidad de asombro y por lo tanto, la posibilidad de cambio. Se trata de un corazón, que se ha acostumbrado a pasar sin dejarse tocar; una existencia que, pasando de aquí para allá, no logra enraizarse en la vida de su pueblo, simplemente porque está en esa elite que sigue al Señor. Podríamos llamarlo, la espiritualidad del zapping. Pasa y pasa, pero nada queda. Son quienes van atrás de la última novedad, del último best seller pero no logran tener contacto... relacionarse, involucrarse incluso con el Señor al que están siguiendo porque la sordera avanza.

''Ustedes me podrán decir: ''Pero esa gente estaba siguiendo al Maestro estaba atenta a las palabras del Maestro. Lo estaban escuchando a él''. Creo que eso es de lo más desafiante de la espiritualidad cristiana. Como el evangelista Juan nos lo recuerda, ¿cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve? .... Dividir esta unidad -entre escuchar a Dios y escuchar al hermano- es una de las grandes tentaciones que nos acompañan a lo largo de todo el camino de los que seguimos a Jesús. Y tenemos que ser conscientes de esto. De la misma forma que escuchamos a nuestro Padre es como escuchamos al Pueblo fiel de Dios....Pasar sin escuchar el dolor de nuestra gente, sin enraizarnos en sus vidas, en su tierra, es como escuchar la Palabra de Dios sin dejar que eche raíces en nuestro interior y sea fecunda. Una planta, una historia sin raíces, es una vida seca''

La segunda actitud frente al grito de Bartimeo es la de ordenarle que se calle. ''Cállate, no molestes, no disturbes, que estamos haciendo oración comunitaria, que estamos en una espiritualdad de profunda elevación. No molestes, no disturbes. A diferencia de la actitud anterior, esta escucha reconoce, toma contacto con el grito del otro. Sabe que está y reacciona de una forma muy simple, reprendiendo.Son los obispos, los curas, las monjes, los Papas del dedo así (el dedo en señal amenazadora)... Y pobre Pueblo fiel de Dios, cuántas veces es retado por el mal humor o por la situación personal d de un seguidor o una seguidora de Jesús. Es la actitud de quienes frente al pueblo de Dios, lo están continuamente reprendiendo, rezongando, mandándolo callar....''Señora, saque al chico de la iglesia que está llorando y yo estoy predicando''. Como si el llanto de un chico no fuera una sublime predicación''.

Es el drama de la conciencia aislada, de aquellos discípulos y discípulas que piensan que la vida de Jesús es solo para los que se creen aptos. En el fondo hay un profundo desprecio al santo Pueblo fiel de Dios...Parecería lícito que encuentren espacio solamente los ''autorizados'', una ''casta de diferentes'' que poco a poco se separa, se diferencia de su pueblo. Han hecho de la identidad una cuestión de superioridad. Esa identidad que es pertenencia se hace superior. Ya no son pastores, sino capataces: ''Yo llegué hasta acá, ponéte en tu sitio''.Escuchan pero no oyen, ven pero no miran. La necesidad de diferenciarse les ha bloqueado el corazón. La necesidad de decirse: no soy como él, como ellos, los ha apartado no sólo del grito de su gente, ni de su llanto, sino especialmente de los motivos de alegría. Reír con los que ríen, llorar con los que lloran, he ahí, parte del misterio del corazón sacerdotal''-

El tercer eco: ánimo, levántate no nace directamente del grito de Bartimeo, sino de ''la reacción de la gente que mira cómo Jesús actuó ante el clamor del ciego mendicante. Es decir, aquellos que no le daban lugar, o alguno que lo hacía callar... Claro, cuando ve que Jesús reacciona así, cambia: ''.Levántate, te llama''. ''Es un grito que se transforma en Palabra en invitación, en cambio, en propuesta de novedad frente a nuestras formas de reaccionar ante el Santo Pueblo de Dios. A diferencia de los otros, que pasaban, el Evangelio dice que Jesús se detuvo y preguntó: ¿Que pasa?. Se detiene frente al clamor de una persona. Sale del anonimato de la muchedumbre para identificarlo y de esta forma se compromete con él. Se enraíza en su vida. Y lejos de mandarlo callar, le pregunta: ...¿Qué puedo hacer por vos? No necesita diferenciarse, ... separarse, no lo clasifica si está autorizado o no para hablar. Tan solo le pregunta, lo identifica queriendo ser parte de la vida de ese hombre, queriendo asumir su misma suerte. Así le restituye paulatinamente la dignidad que tenía perdida...Lo incluye. Y lejos de verlo desde fuera, se anima a identificarse con los problemas y así manifestar la fuerza transformadora de la misericordia. No existe una compasión, una compasión no una lástima, que no se detenga. Si no te detenés, no padecés con, no tenés la divina compasión. No existe una compasión que no escuche, que no se solidarice con el otro. La compasión no es zapping, no es silenciar el dolor, por el contrario, es la lógica propia del amor, el padecer con. Es la lógica que no se centra en el miedo sino en la libertad que nace de amar y pone el bien del otro por sobre todas las cosas. Es la lógica que nace de no tener miedo de acercarse al dolor de nuestra gente. Aunque muchas veces no sea más que para estar a su lado y hacer de ese momento una oportunidad de oración''.

''Esta -recordó el Pontífice- es la lógica del discipulado, esto es lo que hace el Espíritu Santo con nosotros y en nosotros. De esto somos testigos. Un día Jesús nos vio al borde del camino, sentados sobre nuestros dolores, sobre nuestras miserias, sobre nuestras indiferencias. Cada uno conoce su historia antigua. No acalló nuestros gritos, por el contrario se detuvo, se acercó y nos preguntó qué podía hacer por nosotros. Y gracias a tantos testigos, que nos dijeron: ''ánimo, levántate'', paulatinamente fuimos tocando ese amor misericordioso, ese amor transformador, que nos permitió ver la luz. No somos testigos de una ideología, de una receta, de una manera de hacer teología. Somos testigos del amor sanador y misericordioso de Jesús. Somos testigos de su actuar en la vida de nuestras comunidades. Y esta es la pedagogía del Maestro, esta es la pedagogía de Dios con su Pueblo. Pasar de la indiferencia del zapping al ''ánimo, levántate, el Maestro te llama'' . No porque seamos especiales, no porque seamos mejores, no porque seamos funcionarios de Dios, sino tan solo porque somos testigos agradecidos de la misericordia que nos transforma... Y cuando se vive así hay gozo y alegría''.

''No estamos solos en este camino. Nos ayudamos con el ejemplo y la oración los unos a los otros. Tenemos a nuestro alrededor una nube de testigos '', indicó Francisco poniendo como ejemplo a la beata boliviana Nazaria Ignacia de Santa Teresa de Jesús, que ''dedicó su vida al anuncio del Reino de Dios en la atención a los ancianos, con la ''olla del pobre'' para quienes no tenían qué comer, abriendo asilos para niños huérfanos, hospitales para heridos de la guerra, e incluso creando un sindicato femenino para la promoción de la mujer''. Otra mujer ejemplar fue la venerable Virginia Blanco Tardío, ''entregada totalmente a la evangelización y al cuidado de las personas pobres y enfermas''.

''Ellas y tantos otros, anónimos, del montón, de los que seguimos a Jesús, son estímulo para nuestro camino -exclamó el Obispo de Roma- Vayamos adelante con la ayuda de Dios y la colaboración de todos. El Señor se vale de nosotros para que su luz llegue a todos los rincones de la tierra''.



El Papa encuentra a los Movimientos Populares: El destino universal de los bienes no es un adorno discursivo de la doctrina social de la Iglesia.


Ciudad del Vaticano, 10 de julio de 2015 (Vis).-El evento que cerró ayer la jornada del Papa en Santa Cruz de la Sierra fue su participación en el II Encuentro Mundial de los Movimientos Populares, organizado en colaboración con el Pontificio Consejo Justicia y Paz y la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales al que asisten delegados de los movimientos populares de todo el mundo: trabajadores precarios y de la economía informal, campesinos sin tierras, ''villeros'' (habitantes de los barrios pobres), indígenas, inmigrantes, además de representantes de movimientos sociales.

También estaban presentes el cardenal Peter Kodwo AppiahTurkson, Presidente de Justicia y Paz y monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, canciller de la Pontificia Academia. El primer Encuentro tuvo lugar en el Vaticano en octubre de 2014 y a él asistió el Presidente de Bolivia Evo Morales que ayer también pronunció un discurso en el recinto de la Expo Feria, sede del evento en el que participaron tres mil personas.

Publicamos el texto integral del discurso pronunciado por el Papa Francisco

''Hace algunos meses nos reunimos en Roma y tengo presente ese primer encuentro nuestro. Durante este tiempo los he llevado en mi corazón y en mis oraciones. Y me alegra verlos de nuevo aquí, debatiendo los mejores caminos para superar las graves situaciones de injusticia que sufren los excluidos en todo el mundo. Gracias Señor Presidente Evo Morales por acompañar tan decididamente este Encuentro.

Aquella vez en Roma sentí algo muy lindo: fraternidad, garra, entrega, sed de justicia. Hoy, en Santa Cruz de la Sierra, vuelvo a sentir lo mismo. Gracias por eso. También he sabido por medio del Pontificio Consejo Justicia y Paz, que preside el Cardenal Turkson, que son muchos en la Iglesia los que se sienten más cercanos a los movimientos populares. ¡Me alegra tanto! Ver la Iglesia con las puertas abiertas a todos Ustedes, que se involucre, acompañe y logre sistematizar en cada diócesis, en cada Comisión de Justicia y Paz, una colaboración real, permanente y comprometida con los movimientos populares. Los invito a todos, Obispos, sacerdotes y laicos, junto a las organizaciones sociales de las periferias urbanas y rurales, a profundizar ese encuentro.

Dios permite que hoy nos veamos otra vez. La Biblia nos recuerda que Dios escucha el clamor de su pueblo y quisiera yo también volver a unir mi voz a la de Ustedes: las famosas tres ''t'', tierra, techo y trabajo para todos nuestros hermanos y hermanas. Lo dije y lo repito: son derechos sagrados. Vale la pena, vale la pena luchar por ellos. Que el clamor de los excluidos se escuche en América Latina y en toda la tierra.

Primero de todo. Empecemos reconociendo que necesitamos un cambio. Quiero aclarar, para que no haya malos entendidos, que hablo de los problemas comunes de todos los latinoamericanos y, en general, también de toda la humanidad. Problemas que tienen una matriz global y que hoy ningún Estado puede resolver por sí mismo. Hecha esta aclaración, propongo que nos hagamos estas preguntas:

- ¿Reconocemos, en serio, que las cosas no andan bien en un mundo donde hay tantos campesinos sin tierra, tantas familias sin techo, tantos trabajadores sin derechos, tantas personas heridas en su dignidad?

- ¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando estallan tantas guerras sin sentido y la violencia fratricida se adueña hasta de nuestros barrios? ¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando el suelo, el agua, el aire y todos los seres de la creación están bajo permanente amenaza?

Entonces, si reconocemos esto, digámoslo sin miedo: necesitamos y queremos un cambio.

Ustedes –en sus cartas y en nuestros encuentros – me han relatado las múltiples exclusiones e injusticias que sufren en cada actividad laboral, en cada barrio, en cada territorio. Son tantas y tan diversas como tantas y diversas sus formas de enfrentarlas. Hay, sin embargo, un hilo invisible que une cada una de las exclusiones. No están aisladas, están unidas por un hilo invisible. ¿Podemos reconocerlo? Porque no se trata de esas cuestiones aisladas. Me pregunto si somos capaces de reconocer que esas realidades destructoras responden a un sistema que se ha hecho global. ¿Reconocemos que esesistema ha impuesto la lógica de las ganancias a cualquier costo sin pensar en la exclusión social o la destrucción de la naturaleza?

Si esto es así, insisto, digámoslo sin miedo: queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los Pueblos… Y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana Madre Tierra como decía San Francisco.

Queremos un cambio en nuestras vidas, en nuestros barrios, en el pago chico, en nuestra realidad más cercana; también un cambio que toque al mundo entero porque hoy la interdependencia planetaria requiere respuestas globales a los problemas locales. La globalización de la esperanza, que nace de los Pueblos y crece entre los pobres, debe sustituir esta globalización de la exclusión y de la indiferencia.

Quisiera hoy reflexionar con Ustedes sobre el cambio que queremos y necesitamos. Ustedes saben que escribí recientemente sobre los problemas del cambio climático. Pero, esta vez, quiero hablar de un cambio en el otro sentido. Un cambio positivo, un cambio que nos haga bien, un cambio –podríamos decir– redentor. Porque lo necesitamos. Sé que Ustedes buscan un cambio y no sólo ustedes: en los distintos encuentros, en los distintos viajes he comprobado que existe una espera, una fuerte búsqueda, un anhelo de cambio en todos los Pueblos del mundo. Incluso dentro de esa minoría cada vez más reducida que cree beneficiarse con este sistema reina la insatisfacción y especialmente la tristeza. Muchos esperan un cambio que los libere de esa tristeza individualista que esclaviza.

El tiempo, hermanos, hermanas, el tiempo parece que se estuviera agotando; no alcanzó el pelearnos entre nosotros, sino que hasta nos ensañamos con nuestra casa. Hoy la comunidad científica acepta lo que hace ya desde mucho tiempo denuncian los humildes: se están produciendo daños tal vez irreversibles en el ecosistema. Se está castigando a la tierra, a los pueblos y a las personas de un modo casi salvaje. Y detrás de tanto dolor, tanta muerte y destrucción, se huele el tufo de eso que Basilio de Cesarea –uno de los primeros teólogos de la Iglesia- llamaba ''el estiércol del diablo''. La ambición desenfrenada de dinero que gobierna. Ese es ''el estiércol del diablo''. El servicio para el bien común queda relegado. Cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos, cuando la avidez por el dinero tutela todo el sistema socioeconómico, arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo, destruye la fraternidad interhumana, enfrenta pueblo contra pueblo y, como vemos, incluso pone en riesgo esta nuestra casa común, la hermana y madre tierra.

No quiero extenderme describiendo los efectos malignos de esta sutil dictadura: ustedes los conocen. Tampoco basta con señalar las causas estructurales del drama social y ambiental contemporáneo. Sufrimos cierto exceso de diagnóstico que a veces nos lleva a un pesimismo charlatán o a regodearnos en lo negativo. Al ver la crónica negra de cada día, creemos que no hay nada que se puede hacer salvo cuidarse a uno mismo y al pequeño círculo de la familia y los afectos.

¿Qué puedo hacer yo, cartonero, catadora, pepenador, recicladora frente a tantos problemas si apenas gano para comer? ¿Qué puedo hacer yo artesano, vendedor ambulante, transportista, trabajador excluido si ni siquiera tengo derechos laborales? ¿Qué puedo hacer yo, campesina, indígena, pescador que apenas puedo resistir el avasallamiento de las grandes corporaciones? ¿Qué puedo hacer yo desde mi villa, mi chabola, mi población, mi rancherío cuando soy diariamente discriminado y marginado? ¿Qué puede hacer ese estudiante, ese joven, ese militante, ese misionero que patea las barriadas y los parajes con el corazón lleno de sueños pero casi sin ninguna solución para sus problemas? Pueden hacer mucho. Pueden hacer mucho. Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de ''las tres t'', ¿de acuerdo? (trabajo, techo, y tierra) y también, en su participación protagónica en los grandes procesos de cambio, cambios nacionales, cambios regionales y cambios mundiales. ¡No se achiquen!

Segundo. Ustedes son sembradores de cambio. Aquí en Bolivia he escuchado una frase que me gusta mucho: ''proceso de cambio''. El cambio concebido no como algo que un día llegará porque se impuso tal o cual opción política o porque se instauró tal o cual estructura social. Dolorosamente sabemos que un cambio de estructuras que no viene acompañado de una sincera conversión de las actitudes y del corazón termina a la larga o a la corta por burocratizarse, corromperse y sucumbir. Hay que cambiar el corazón. Por eso me gusta tanto la imagen del proceso, los procesos, donde la pasión por sembrar, por regar serenamente lo que otros verán florecer, remplaza la ansiedad por ocupar todos los espacios de poder disponibles y ver resultados inmediatos. La opción es por generar procesos y no por ocupar espacios .Cada uno de nosotros no es más que parte de un todo complejo y diverso interactuando en el tiempo: pueblos que luchan por una significación, por un destino, por vivir con dignidad, por ''vivir bien'', dignamente, en ese sentido.

Ustedes, desde los movimientos populares, asumen las labores de siempre motivados por el amor fraterno que se revela contra la injusticia social. Cuando miramos el rostro de los que sufren, el rostro del campesino amenazado, del trabajador excluido, del indígena oprimido, de la familia sin techo, del migrante perseguido, del joven desocupado, del niño explotado, de la madre que perdió a su hijo en un tiroteo porque el barrio fue copado por el narcotráfico, del padre que perdió a su hija porque fue sometida a la esclavitud; cuando recordamos esos ''rostros y esos nombres'' se nos estremecen las entrañas frente a tanto dolor y nos conmovemos, todos nos conmovemos… Porque ''hemos visto y oído'', no la fría estadística sino las heridas de la humanidad doliente, nuestras heridas, nuestra carne. Eso es muy distinto a la teorización abstracta o la indignación elegante. Eso nos conmueve, nos mueve y buscamos al otro para movernos juntos. Esa emoción hecha acción comunitaria no se comprende únicamente con la razón: tiene un plus de sentido que sólo los pueblos entienden y que da su mística particular a los verdaderos movimientos populares.

Ustedes viven cada día, empapados, en el nudo de la tormenta humana. Me han hablado de sus causas, me han hecho parte de sus luchas, ya desde Buenos Aires, y yo se los agradezco. Ustedes, queridos hermanos, trabajan muchas veces en lo pequeño, en lo cercano, en la realidad injusta que se les impuso y a la que no se resignan, oponiendo una resistencia activa al sistema idolátrico que excluye, degrada y mata. Los he visto trabajar incansablemente por la tierra y la agricultura campesina, por sus territorios y comunidades, por la dignificación de la economía popular, por la integración urbana de sus villas y asentamientos, por la autoconstrucción de viviendas y el desarrollo de infraestructura barrial, y en tantas actividades comunitarias que tienden a la reafirmación de algo tan elemental e innegablemente necesario como el derecho a ''las tres t'': tierra, techo y trabajo.

Ese arraigo al barrio, a la tierra, al oficio, al gremio, ese reconocerse en el rostro del otro, esa proximidad del día a día, con sus miserias, porque las hay, las tenemos, y sus heroísmos cotidianos, es lo que permite ejercer el mandato del amor, no a partir de ideas o conceptos sino a partir del encuentro genuino entre personas, necesitamos instaurar esta cultura del encuentro, porque ni los conceptos ni las ideas se aman, nadie ama un concepto, nadie ama una idea; se aman las personas. La entrega, la verdadera entrega surge del amor a hombres y mujeres, niños y ancianos, pueblos y comunidades… rostros, rostros y nombres que llenan el corazón. De esas semillas de esperanza sembradas pacientemente en las periferias olvidadas del planeta, de esos brotes de ternura que lucha por subsistir en la oscuridad de la exclusión, crecerán árboles grandes, surgirán bosques tupidos de esperanza para oxigenar este mundo.

Veo con alegría que ustedes trabajan en lo cercano, cuidando los brotes; pero, a la vez, con una perspectiva más amplia, protegiendo la arboleda. Trabajan en una perspectiva que no sólo aborda la realidad sectorial que cada uno de ustedes representa y a la que felizmente está arraigado, sino que también buscan resolver de raíz los problemas generales de pobreza, desigualdad y exclusión.

Los felicito por eso. Es imprescindible que, junto a la reivindicación de sus legítimos derechos, los Pueblos y sus organizaciones sociales construyan una alternativa humana a la globalización excluyente. Ustedes son sembradores del cambio. Que Dios les dé coraje, les de alegría, les de perseverancia y pasión para seguir sembrando. Tengan la certeza que tarde o temprano vamos de ver los frutos. A los dirigentes les pido: sean creativos y nunca pierdan el arraigo a lo cercano, porque el padre de la mentira sabe usurpar palabras nobles, promover modas intelectuales y adoptar poses ideológicas, pero si ustedes construyen sobre bases sólidas, sobre las necesidades reales y la experiencia viva de sus hermanos, de los campesinos e indígenas, de los trabajadores excluidos y las familias marginadas, seguramente no se van a equivocar.

La Iglesia no puede ni debe estar ajena a este proceso en el anuncio del Evangelio. Muchos sacerdotes y agentes pastorales cumplen una enorme tarea acompañando y promoviendo a los excluidos de todo el mundo, junto a cooperativas, impulsando emprendimientos, construyendo viviendas, trabajando abnegadamente en los campos de la salud, el deporte y la educación. Estoy convencido que la colaboración respetuosa con los movimientos populares puede potenciar estos esfuerzos y fortalecer los procesos de cambio.

Y tengamos siempre en el corazón a la Virgen María, una humilde muchacha de un pequeño pueblo perdido en la periferia de un gran imperio, una madre sin techo que supo transformar una cueva de animales en la casa de Jesús con unos pañales y una montaña de ternura. María es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia Yo rezo a la Virgen María, tan venerada por el pueblo boliviano se confía con fervor, para que permita que este Encuentro nuestro sea fermento de cambio.

Tercero. Por último quisiera que pensemos juntos algunas tareas importantes para este momento histórico, porque queremos un cambio positivo para el bien de todos nuestros hermanos y hermanas, eso lo sabemos. Queremos un cambio que se enriquezca con el trabajo mancomunado de los gobiernos, los movimientos populares y otras fuerzas sociales, eso también lo sabemos. Pero no es tan fácil definir el contenido del cambio, podría decirse, el programa social que refleje este proyecto de fraternidad y justicia que esperamos, no es fácil de definirlo. En ese sentido, no esperen de este Papa una receta. Ni el Papa ni la Iglesia tienen el monopolio de la interpretación de la realidad social ni la propuesta de soluciones a problemas contemporáneos. Me atrevería a decir que no existe una receta. La historia la construyen las generaciones que se suceden en el marco de pueblos que marchan buscando su propio camino y respetando los valores que Dios puso en el corazón.

Quisiera, sin embargo, proponer tres grandes tareas que requieren el decisivo aporte del conjunto de los movimientos populares.

La primera tarea es poner la economía al servicio de los Pueblos: Los seres humanos y la naturaleza no deben estar al servicio del dinero. Digamos NO a una economía de exclusión e inequidad donde el dinero reina en lugar de servir. Esa economía mata. Esa economía excluye. Esa economía destruye la Madre Tierra.

La economía no debería ser un mecanismo de acumulación sino la adecuada administración de la casa común. Eso implica cuidar celosamente la casa y distribuir adecuadamente los bienes entre todos. Su objeto no es únicamente asegurar la comida o un ''decoroso sustento''. Ni siquiera, aunque ya sería un gran paso, garantizar el acceso a ''las tres t'' por las que ustedes luchan. Una economía verdaderamente comunitaria, podría decir, una economía de inspiración cristiana, debe garantizar a los pueblos dignidad, ''prosperidad sin exceptuar bien alguno'' .Esta última frase la dijo el Papa Juan XXIII hace cincuenta años. Jesús dice en el Evangelio que aquél que le dé espontáneamente un vaso de agua al que tiene sed, le será tenido en cuenta en el Reino de los Cielos. Esto implica ''las tres t'', pero también acceso a la educación, la salud, la inovación, las manifestaciones artísticas y culturales, la comunicación, el deporte y la recreación. Una economía justa debe crear las condiciones para que cada persona pueda gozar de una infancia sin carencias, desarrollar sus talentos durante la juventud, trabajar con plenos derechos durante los años de actividad y acceder a una digna jubilación en la ancianidad. Es una economía donde el ser humano en armonía con la naturaleza, estructura todo el sistema de producción y distribución para que las capacidades y las necesidades de cada uno encuentren un cauce adecuado en el ser social. Ustedes, y también otros pueblos, resumen este anhelo de una manera simple y bella: ''vivir bien'', que no es lo mismo de ''pasarla bien''.

Esta economía no es sólo deseable y necesaria sino también es posible. No es una utopía ni una fantasía. Es una perspectiva extremadamente realista. Podemos lograrlo. Los recursos disponibles en el mundo, fruto del trabajo intergeneracional de los pueblos y los dones de la creación, son más que suficientes para el desarrollo integral de ''todos los hombres y de todo el hombre''. El problema, en cambio, es otro. Existe un sistema con otros objetivos. Un sistema que además de acelerar irresponsablemente los ritmos de la producción, además de implementar métodos en la industria y la agricultura que dañan a la Madre Tierra en aras de la ''productividad'', sigue negándoles a miles de millones de hermanos los más elementales derechos económicos, sociales y culturales. Ese sistema atenta contra el proyecto de Jesús, contra la Buena Noticia que trajo Jesús.

La distribución justa de los frutos de la tierra y el trabajo humano no es mera filantropía. Es un deber moral. Para los cristianos, la carga es aún más fuerte: es un mandamiento. Se trata de devolverles a los pobres y a los pueblos lo que les pertenece. El destino universal de los bienes no es un adorno discursivo de la doctrina social de la Iglesia. Es una realidad anterior a la propiedad privada. La propiedad, muy en especial cuando afecta los recursos naturales, debe estar siempre en función de las necesidades de los pueblos. Y estas necesidades no se limitan al consumo. No basta con dejar caer algunas gotas cuando lo pobres agitan esa copa que nunca derrama por si sola. Los planes asistenciales que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras, coyunturales. Nunca podrían sustituir la verdadera inclusión: ésa que da el trabajo digno, libre, creativo, participativo y solidario.

Y en este camino, los movimientos populares tienen un rol esencial, no sólo exigiendo y reclamando, sino fundamentalmente creando. Ustedes son poetas sociales: creadores de trabajo, constructores de viviendas, productores de alimentos, sobre todo para los descartados por el mercado mundial.

He conocido de cerca distintas experiencias donde los trabajadores unidos en cooperativas y otras formas de organización comunitaria lograron crear trabajo donde sólo había sobras de la economía idolátrica. Y vi que algunos están aquí. Las empresas recuperadas, las ferias francas y las cooperativas de cartoneros son ejemplos de esa economía popular que surge de la exclusión y, de a poquito, con esfuerzo y paciencia, adopta formas solidarias que la dignifican. Y ¡qué distinto es eso a que los descartados por el mercado formal sean explotados como esclavos!

Los gobiernos que asumen como propia la tarea de poner la economía al servicio de los pueblos deben promover el fortalecimiento, mejoramiento, coordinación y expansión de estas formas de economía popular y producción comunitaria. Esto implica mejorar los procesos de trabajo, proveer infraestructura adecuada y garantizar plenos derechos a los trabajadores de este sector alternativo. Cuando Estado y organizaciones sociales asumen juntos la misión de ''las tres T'' se activan los principios de solidaridad y subsidiariedad que permiten edificar el bien común en una democracia plena y participativa.

La segunda tarea es unir nuestros Pueblos en el camino de la paz y la justicia.

Los pueblos del mundo quieren ser artífices de su propio destino. Quieren transitar en paz su marcha hacia la justicia. No quieren tutelajes ni injerencias donde el más fuerte subordina al más débil. Quieren que su cultura, su idioma, sus procesos sociales y tradiciones religiosas sean respetados. Ningún poder fáctico o constituido tiene derecho a privar a los países pobres del pleno ejercicio de su soberanía y, cuando lo hacen, vemos nuevas formas de colonialismo que afectan seriamente las posibilidades de paz y de justicia porque ''la paz se funda no sólo en el respeto de los derechos del hombre, sino también en los derechos de los pueblos particularmente el derecho a la independencia''. Los pueblos de Latinoamérica parieron dolorosamente su independencia política y, desde entonces llevan casi dos siglos de una historia dramática y llena de contradicciones intentando conquistar una independencia plena.

En estos últimos años, después de tantos desencuentros, muchos países latinoamericanos han visto crecer la fraternidad entre sus pueblos. Los gobiernos de la Región aunaron esfuerzos para hacer respetar su soberanía, la de cada país, y la del conjunto regional, que tan bellamente, como nuestros Padres de antaño, llaman la ''Patria Grande''. Les pido a ustedes, hermanos y hermanas de los movimientos populares, que cuiden y acrecienten esta unidad. Mantener la unidad frente a todo intento de división es necesario para que la región crezca en paz y justicia.

A pesar de estos avances, todavía subsisten factores que atentan contra este desarrollo humano equitativo y coartan la soberanía de los países de la ''Patria Grande'' y otras latitudes del planeta. El nuevo colonialismo adopta diversas fachadas. A veces, es el poder anónimo del ídolo dinero: corporaciones, prestamistas, algunos tratados denominados de ''libres libre comercio'' y la imposición de medidas de ''austeridad'' que siempre ajustan el cinturón de los trabajadores y de los pobres. Los obispos latinoamericanos lo denunciamos con total claridad en el documento de Aparecida cuando se afirman que ''las instituciones financieras y las empresas transnacionales se fortalecen al punto de subordinar las economías locales, sobre todo, debilitando a los Estados, que aparecen cada vez más impotentes para llevar adelante proyectos de desarrollo al servicio de sus poblaciones'' . En otras ocasiones, bajo el noble ropaje de la lucha contra la corrupción, el narcotráfico o el terrorismo –graves males de nuestros tiempos que requieren una acción internacional coordinada– vemos que se impone a los Estados medidas que poco tienen que ver con la resolución de esas problemáticas y muchas veces empeora las cosas.

Del mismo modo, la concentración monopólica de los medios de comunicación social que pretende imponer pautas alienantes de consumo y cierta uniformidad cultural es otra de las formas que adopta el nuevo colonialismo. Es el colonialismo ideológico. Como dicen los Obispos de Africa, muchas veces se pretende convertir a los países pobres en ''piezas de un mecanismo y de un engranaje gigantesco''

Hay que reconocer que ninguno de los graves problemas de la humanidad se puede resolver sin interacción entre los Estados y los pueblos a nivel internacional. Todo acto de envergadura realizado en una parte del planeta repercute en el todo en términos económicos, ecológicos, sociales y culturales. Hasta el crimen y la violencia se han globalizado. Por ello ningún gobierno puede actuar al margen de una responsabilidad común. Si realmente queremos un cambio positivo, tenemos que asumir humildemente nuestra interdependencia, es decir, nuestra sana interdependencia. Pero interacción no es sinónimo de imposición, no es subordinación de unos en función de los intereses de otros. El colonialismo, nuevo y viejo, que reduce a los países pobres a meros proveedores de materia prima y trabajo barato, engendra violencia, miseria, migraciones forzadas y todos los males que vienen de la mano… precisamente porque al poner la periferia en función del centro les niega el derecho a un desarrollo integral. Y eso, hermanos es inequidad y la inequidad genera violencia que no habrá recursos policiales, militares o de inteligencia capaces de detener.

Digamos NO, entonces, a las viejas y nuevas formas de colonialismo. Digamos SÍ al encuentro entre pueblos y culturas. Felices los que trabajan por la paz.

Y aquí quiero detenerme en un tema importante. Porque alguno podrá decir, con derecho, que ''cuando el Papa habla del colonialismo se olvida de ciertas acciones de la Iglesia''. Les digo, con pesar: se han cometido muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de Dios. Lo han reconocido mis antecesores, lo ha dicho el CELAM, el Consejo Episcopal Latinoamericano y también quiero decirlo. Al igual que san Juan Pablo II pido que la Iglesia - y cito lo que dijo él- ''se postre ante Dios e implore perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos''.. Y quiero decirles, quiero ser muy claro, como lo fue san Juan Pablo II: pido humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América. Y junto, junto a este pedido de perdón y para ser justos, también quiero que recordemos a millares de sacerdotes, obispos, que se opusieron fuertemente a la lógica de la espada con la fuerza de la Cruz. Hubo pecado, hubo pecado y abundante, pero no pedimos perdón, y por eso pedimos perdón, y pido perdón, pero allí también, donde hubo pecado, donde hubo abundante pecado, sobreabundó la gracia a través de esos hombres que defendieron la justicia de los pueblos originarios.

Les pido también a todos, creyentes y no creyentes, que se acuerden de tantos Obispos, sacerdotes y laicos que predicaron y predican la buena noticia de Jesús con coraje y mansedumbre, respeto y en paz -dije obispos, sacerdotes, y laicos, no me quiero olvidar de las monjitas que anónimamente patean nuestros barrios pobres llevando un mensaje de paz y de bien-, que en su paso por esta vida dejaron conmovedoras obras de promoción humana y de amor, muchas veces junto a los pueblos indígenas o acompañando a los propios movimientos populares incluso hasta el martirio. La Iglesia, sus hijos e hijas, son una parte de la identidad de los pueblos en latinoamericana. Identidad que tanto aquí como en otros países algunos poderes se empeñan en borrar, tal vez porque nuestra fe es revolucionaria, porque nuestra fe desafía la tiranía del idolo dinero. Hoy vemos con espanto como en Medio Oriente y otros lugares del mundo se persigue, se tortura, se asesina a muchos hermanos nuestros por su fe en Jesús. Eso también debemos denunciarlo: dentro de esta tercera guerra mundial en cuotas que vivimos, hay una especie – fuerzo la palabra- de genocidio en marcha que debe cesar.

A los hermanos y hermanas del movimiento indígena latinoamericano, déjenme trasmitirle mi más hondo cariño y felicitarlos por buscar la conjunción de sus pueblos y culturas, eso –conjunción de pueblos y culturas- eso que a mí me gusta llamar poliedro, una forma de convivencia donde las partes conservan su identidad construyendo juntas una pluralidad que no atenta, sino que fortalece la unidad. Su búsqueda de esa interculturalidad que combina la reafirmación de los derechos de los pueblos originarios con el respeto a la integridad territorial de los Estados nos enriquece y nos fortalece a todos.

Y la tercera tarea, tal vez la más importante que debemos asumir hoy, es defender la Madre Tierra.

La casa común de todos nosotros está siendo saqueada, devastada, vejada impunemente. La cobardía en su defensa es un grave pecado. Vemos con decepción creciente como se suceden una tras otras las cumbres internacionales sin ningún resultado importante. Existe un claro, definitivo e impostergable imperativo ético de actuar que no se está cumpliendo. No se puede permitir que ciertos intereses –que son globales pero no universales– se impongan, sometan a los Estados y organismos internacionales, y continúen destruyendo la creación. Los Pueblos y sus movimientos están llamados a clamar a movilizarse, a exigir –pacifica pero tenazmente– la adopción urgente de medidas apropiadas. Yo les pido, en nombre de Dios, que defiendan a la Madre Tierra. Sobre éste tema me he expresado debidamente en la Carta Encíclica Laudato si’, que creo que les será dada al finalizar.

Para finalizar, quisiera decirles nuevamente: el futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las élites. Está fundamentalmente en manos de los Pueblos; en su capacidad de organizarse y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio. Los acompaño. Digamos juntos Y cada uno, repitámonos desde el corazón: ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin una venerable vejez. Sigan con su lucha y, por favor, cuiden mucho a la Madre Tierra. Créanme, y soy sincero, de corazón les digo: rezo por ustedes, rezo con ustedes y quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los acompañe y los bendiga, que los colme de su amor y los defienda en el camino dándoles abundantemente esa fuerza que nos mantiene en pie: esa fuerza es la esperanza. Y una cosa importante: la esperanza que no defrauda, gracias. Y, por favor, les pido que recen por mí. Y si alguno de ustedes no puede rezar, con todo respeto, le pido que me piense bien y me mande buena onda. Gracias''.

Hoy viernes, 10 de julio, el Santo Padre visitará a los reclusos de la cárcel de Palmasola y encontrará en privado a los obispos de Bolivia. A las 12, 45 (hora local, 18,45 hora italiana) llegará al aeropuerto de Viru Viru en Santa Cruz de la Sierra desde donde tomará el avión que lo lleva a la última etapa de su viaje apostólico: Paraguay.


Actos Pontificios


Ciudad del Vaticano, 10 de julio de 2015 (Vis).- El Santo Padre nombró:

-Obispo Dominique Lebrun, hasta ahora de Saint-Etienne ( Francia), como arzobispo metropolitano de Rouen (superficie 4.228, población 868.500, católicos 652.000 sacerdotes 135, religiosos 218, diáconos permanentes 19) en Francia. Sucede al arzobispo Jean-Charles Descubes, cuya renuncia al gobierno pastoral de la arquidiócesis fue aceptada por límite de edad.



-Padre George Bugeja OFM, como obispo coadjutor del vicario apostólico de Trípoli (superficie 1.000.000, población 6.204.000, católicos 50.000, sacerdotes 1, religiosos 11) en Libia. El obispo electo nació en Xaghara (Malta) en 1962, pronunció los votos solemnes en 1983 y fue ordenado sacerdote en 1986. Después de cursar estudios de Filosofía y Teología en el Institum Nationale Studiorum Ecclesiasticorum Religiosorum Melitensium, obtuvo un Diploma en Periodismo en Londres (Reino Unido) y efectuó un curso de Dirección Espiritual. Ha desempeñado su actividad pastoral en la diócesis de Gozo y ha sido guardián de la Comunidad de Hamru, Rabat, Gozo y Slema, ha sido párroco y auditor de Tribunal Eclesiástico y Oficial en la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Actualmente era guardían del convento de San Antonio de Padua en Ghajnsielem, Gozo (Malta).

Aviso


Ciudad del Vaticano, 10 de julio de 2015 (Vis).-Con motivo del viaje apostólico del Papa Francisco a Ecuador, Bolivia y Paraguay el VIS transmitirá mañana sábado su boletín habitual.
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